1/6/08

¿Y si disolvemos el Ayuntamiento?


J.R.GIL-Opinión-Diario Información
No news, good news, dicen los anglosajones. Que no haya noticias es una buena noticia. Es una forma de verlo. Otra podría ser que, si no das señales de vida, probablemente es que estás muerto.
Transcurridos doce meses desde que los ciudadanos acudieron en Alicante a las urnas y dieron por cuarta vez el gobierno a Luis Díaz Alperi con apenas tres mil y pico votos de diferencia sobre el PSOE, y con decenas de miles de papeletas inservibles por no alcanzar el cinco por ciento necesario para entrar en el Ayuntamiento, ¿qué ha cambiado en esta ciudad? ¿Hacia dónde la lleva ese nuevo gobierno salido de las elecciones?
A ningún sitio. Estamos otra vez en punto muerto. Seguimos teniendo una Estación de Autobuses tercermundista, en una ciudad que se reclama turística y de servicios. La Estación de Murcia (en realidad, como reza su frontispicio y como han resaltado muy bien las gentes del colectivo Alicante Vivo, Estación de Benalúa) continúa cayéndose a pedazos entre la inacción irresponsable de Adif y la pasividad (gritona, pero pasividad, puesto que no emprende ninguna medida coercitiva contra la empresa) del Consistorio. El futuro de la de Madrid sigue sin resolverse, poniendo en juego incluso un retraso del AVE. El Palacio de Congresos tampoco estará esta legislatura o, como señalaba un agudo titular de "Las Provincias", cuando vaya a estar Alperi ya habrá rebasado la edad de jubilación. Al Auditorio de Campoamor, que por fin ha puesto en marcha la Diputación después de sucederse proyectos desde mediados de los 80, ahora resulta que le descubre irregularidades la Generalitat, pese a que, en teoría, el proyecto es tan suyo como de la Corporación provincial. O sea, que en todo caso se paralizaría la obra a sí misma, lo que no deja de tener mérito. La Albufereta sigue, ya lo hemos dicho, patas arriba, más de una década después de que la que quizá sea la playa más recoleta de Alicante se arruinara por la desidia municipal. No hay PGOU, tras tres tristes legislaturas. El Plan del Centro va tan retrasado que otra vez podrá edificarse o derribarse en él según la antigua normativa, porque el Ayuntamiento no ha sido capaz de sacar a tiempo la nueva ordenación que pretendía racionalizarlo y revitalizarlo. El Plan Racha es algo tan lento y cansino que cuando arranca una fase ya precisan de rehabilitación las anteriores. La interconexión de los barrios sigue sin resolverse. No ganamos líneas de transporte en autobús, sino que las perdemos...
Salvo los negocios privados (Rabasa), en Alicante sólo avanza lo que viene de fuera. El puerto está cambiando su faz con dinero del Consell y el Gobierno y las obras de la avenida de Dénia o del TRAM, pese a su pesadez, también transformarán la ciudad. Siendo así, la pregunta es para qué queremos ayuntamiento.

La ciudad de los prodigios

Lo milagroso no es, como dice el PSOE, que una playa como la de la Albufereta, que lleva dos años en obras y lo que aún le queda, haya sido distinguida con una bandera azul que certifica su perfecto estado de revista a pesar de que la arena parece la de Omaha el día D en Normandía y el agua no se puede ni tocar porque está prohibido el baño. No. Eso es sólo una astracanada más. Lo verdaderamente prodigioso es que una ciudad donde no están (ni se les espera) casi la mitad de sus 29 concejales, aunque todos cobren, no haya estallado ya por todas sus costuras. Poco le falta, es verdad; pierde todos los trenes, es cierto; pero no acaba de romperse, mira que aguanta.
Hace unas semanas, precisamente en una conocida cafetería de la zona de la Albufereta, un concejal del equipo de ¿gobierno? le contaba a otra persona con la que estaba desayunando: "Es alucinante, tío. No pego palo al agua y me pagan. Nunca me imaginé que esto fuera así". No es extraña, aunque resulte repulsiva, la sorpresa del edil. Vamos a ver: ¿les suenan a ustedes de algo los nombres de Isabel Fernández, Kiko Sánchez, Laura Chorro, Mari Ángeles GoitíaJosé Antonio Sobrino, por ejemplo? A lo mejor los dos primeros por glorias pasadas en el terreno deportivo, o la tercera porque fue Bellea. ¿Pero como concejales, con áreas concretas que gestionar? No. Ahí están prácticamente inéditos.
Con todo, lo peor no es eso. Lo malo es que, alcalde aparte, del que ya se ha dicho y escrito todo lo imaginable acerca de su espectacular abulia, los concejales que sí muestran dedicación al gobierno tampoco salen, en general, demasiado bien parados. Sonia Castedo, verbigracia, es una concejal de Urbanismo cuya principal dedicación, más allá de pelear con sus propios funcionarios, es justificar una y otra vez los eternos retrasos e incumplimientos que sufre cualquier actuación que ella presida, salvo que consista en coger una excavadora y derribar algo. Según su tesis, ha estado cuatro años aprendiéndose el cargo y luego uno más preparando los cambios que quiere introducir en su departamento para que, por fin, funcione. Una licenciatura, vamos. Esperemos que no le dé ahora, después de un lustro, por prolongar estudios haciendo un máster o un doctorado, porque entonces sí que la ciudad revienta.
Pero no es ella únicamente. Andrés Llorens le pone tanta oratoria como poca diligencia a la necesaria reforma, por él mismo anunciada, de los servicios y mantenimiento de una ciudad que, si en algo sobresale, es en descuido. Miguel Valor va a su bola, hasta el punto de que el alcalde, pese a lo poco que aparece, ya le ha dejado dos veces con el culo al aire: una para desautorizarlo cuando el concejal tuvo la ocurrencia de plantear un aparcamiento en el Benacantil, y otra para poner en evidencia que ni siquiera las cosas supuestamente importantes las hablan cuando Alperi anunció que Madonna daría un concierto en Alicante y el pobre edil tuvo que admitir que no tenía ni repajolera idea. Recordarán que también el concejal de Hacienda, Juan Zaragoza, protagonizó un absurdo episodio cuando pregonó un ajuste de cuentas municipales porque, por ejemplo y según él, Fitur era un cachondeo donde todo el mundo viajaba, con familia incluida, por cuenta del municipio, y al día siguiente tuvo que tragarse una por una todas sus afirmaciones, que además no se correspondían ni siquiera con su propio proyecto de presupuesto.
No es preciso un repaso exhaustivo. Sólo se trata de constatar que en el PP hay ediles que trabajan con mayor o menor fortuna y otros que no lo hacen, pero en todo caso lo que no forman hoy por hoy es un gobierno. No hay equipo, ni coordinación, ni control. El Ayuntamiento es la casa de tócame Roque.
Y, hablando de Roque, el PSOE. Si no hay gobierno, tampoco hay oposición. También en las filas socialistas podría hacerse un listado de concejales (no todos, por fortuna, pero sí demasiados) de los que, o no se sabe nada, o se sabe mucho menos de lo que se debería saber. Porque, como dije antes, todos cobran. Y son catorce, nada menos, más diez funcionarios de apoyo. Veinticuatro almas que la noticia más importante que han sido capaces de producir, ahora que se cumple un año de las elecciones, es que su candidata a la Alcaldía se daba a la fuga.
Lo dicho: esta ciudad es prodigiosa, pero lo de menos es lo de la Albufereta. Lo de la Albufereta sólo es una broma sin gracia. Una de tantas.

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